Nuestro Pacto de la Moncloa
Hay muchas lecciones aprendidas del proceso de la transición española hacia la democracia, por tratarse de un proceso tan particular y aleccionador para los sistemas políticos, pero de igual manera, por el contexto en el que ocurrió y por la cercanía histórica de España hacia América Latina y El Caribe.
Una de esas lecciones es el acuerdo de los partidos políticos, grupos de presión e instituciones sociales para llevar adelante un acuerdo que recogiera los puntos donde convergían las distintas visiones de España que se manifestaban en el espectro político e ideológico de un país estrenándose en la democracia. Sin dudas, los acuerdos recogidos en los Pactos de la Moncloa permitieron a los españoles recorrer el mismo sendero, aunque en diferentes carriles, lo que les permitió resolver los problemas más urgentes, mientras se ganaba tiempo para atender los más complejos.
Un pacto para nosotros
En el contexto actual, se hace necesario un acuerdo de nación que reconozca las particularidades de la crisis que vivimos, que nos permita poner en marcha el conjunto de medidas necesarias para poner nueva vez en marcha la nación y que facilite el proceso de aprobación de los proyectos y decisiones fundamentales que demanda el momento que vivimos.
Los ajustes siempre son impopulares, crispan el ambiente político y coloca a los partidos y a los grupos sociales a la defensiva. Pero solo la conversación franca entre los líderes políticos y sociales permite aislar las medidas necesarias para que sean aprobadas e implementadas a la brevedad posible, mientras se trabaja en los problemas estructurales que aún agobian a nuestro país.
Es la ruta que ha planteado el Listín Diario y a la que se han sumado varios sectores de la nación. Reunir las fuerzas vivas para redactar un programa que distinga los problemas del corto plazo, para que estos no sean objeto del escarceo político, sino que se aborden sin más dilación, en base a las propuestas de las autoridades que asumirán el próximo 16 de agosto.
Tenemos un referente exitoso en la Cumbre por la Unidad Nacional frente a la Crisis Económica Mundial, que se realizó en el año 2009, ante los efectos catastróficos de la crisis sistémica que afectó a las grandes economías del mundo y que, por ende, tuvo grandes consecuencias en los países en desarrollo como el nuestro.
En aquella ocasión, las medidas que resultaron de la inteligencia colectiva de la nación sirvieron para mantener un crecimiento económico de 3.5% del PIB en el 2009 y luego repuntar a un 7.8% del PIB en el 2010, contrario a lo que sucedió en muchos otros países de la región que sufrieron la gravedad económica de la crisis de entonces.
Nadie puede solo
Hoy en día tenemos que partir de un hecho incuestionable: ningún líder, ningún partido, ninguna institución pública o privada, por si sola, tiene la fuerza ni el conocimiento suficientes para superar las dificultades que ha generado la crisis del coronavirus.
Cualquier pacto, cualquier acuerdo de voluntades entre las fuerzas vivas de la nación, tendrá un impacto muy positivo en la lucha contra el coronavirus y sus consecuencias, pero también aportará a la moral colectiva de los ciudadanos, luego de un proceso político tan difícil y que generó tanta tensión, lo mejor que le puede pasar al país es hacer del consenso nuestro buque insignia, unirnos en torno al objetivo común de reconstruir la economía y retomar el sendero del desarrollo con inclusión social.