El camino de la paz
A veces damos como un hecho cierto que vivir en paz es muy fácil, hasta que los acontecimientos se sobreponen a nuestra percepción y nos recuerdan que, a cada minuto de cada día, en alguna parte del mundo, se vive un conflicto capaz de colocar a la humanidad al borde de la destrucción. Esto es muy cierto, a pesar de que nuestro planeta ha vivido el más largo período de armonía de nuestra historia, si tal y como dice Óscar Arias, premio Nóbel de la Paz, reconocemos la paz como la ausencia de grandes conflictos bélicos.
En tiempos modernos, el concepto de paz debe construirse en el espacio común que la humanidad ha creado para solventar las causas que generan la guerra. Con el pasar del tiempo, la Organización de las Naciones Unidas ha perfeccionado su capacidad para apoyar a los países a enfrentar la exclusión social, las desigualdades, la ausencia de oportunidades, la pobreza y las injusticias que generan la falta de cohesión social en los grupos sociales. Si somos objetivos, la existencia de este espacio de diálogo y colaboración, ha logrado su cometido de evitar que los flagelos de la guerra cercenen, como ha sucedido en otras ocasiones, la vida y la felicidad de los seres humanos.
Pero este espíritu de diálogo y colaboración se ve amenazado en tiempos de crisis. El populismo, la estrechez económica y las carencias sociales son factores que facilitan que las sociedades se aparten del camino de la paz.
Tomar conciencia sobre esa realidad es clave para evitar que suenen los tambores de la guerra. Se requiere voluntad política, capacidad de diálogo y políticas públicas capaces de generar cohesión social, porque la exclusión es el terreno fértil para la demagogia, el desencuentro social y la profundización de la crisis.
Cada vez que el mundo se coloca al borde del precipicio de la guerra, perdemos calidad de vida, nos apartamos de las políticas públicas que generan bienestar y el mundo pierde el enfoque y la capacidad de atender los problemas que nos presionan como humanidad, ya sea el cambio climático o la necesidad de adoptar medidas para salir de la crisis económica mundial.
Por más lejos que esté el conflicto, no hay un solo país que se libre de los efectos de la guerra. En el caso actual, aunque Rusia representa el 3% de la economía mundial, el efecto de sus acciones sobre la inflación, la cadena de valor y el precio de las materias primas, es totalmente innegable.
En el panorama actual, lo que corresponde a los países de América Latina es liderar una iniciativa que presione el diálogo incipiente y que se sume a las sanciones económicas de quienes promueven la guerra, especialmente en un momento tan delicado para las economías mundiales.
El camino a la paz se construye poco a poco, en cada país y con acciones grandes y pequeñas. No importa el tamaño del país o su lejanía del conflicto, propiciar la paz es una necesidad en un mundo globalizado, interconectado y multicultural.