Seguridad Humana
La pandemia del COVID-19 exacerbó el sentimiento de inseguridad de la población mundial, una realidad que, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, venía gestándose desde antes de la pandemia. El enfoque de la seguridad humana, implementado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el 2012, contempla el derecho de toda persona a vivir sin temor, sin miseria y con dignidad, destacando la relación entre seguridad, desarrollo, protección y empoderamiento de las personas y comunidades.
El PNUD ha calculado que seis de cada siete personas en todo el mundo ya se sentían inseguras durante los años previos a la pandemia. Ahora es peor. De 800 millones de personas con hambre en el 2020 pasamos a 2,400 millones de personas con inseguridad alimentaria en la actualidad. El cambio climático genera alta incertidumbre en la población, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, que observan con preocupación la situación medioambiental. El número de personas desplazadas se ha duplicado en los últimos 10 años, la transformación digital ha disparado los niveles de ciberdelincuencia.
De igual manera, el sentimiento de inseguridad se ve afectado por las desigualdades que sufren las minorías, la violencia contra las mujeres y las niñas y, claro está, los efectos de la pandemia y las dificultades que enfrentan todos los sistemas sanitarios del mundo.
Ante el aviso de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) de que la región enfrenta un contexto de desaceleración económica, aumento de inflación y dificultades para la recuperación de los mercados laborales, es de prever que el sentimiento de inseguridad humana continuará en aumento.
La clave del futuro de la humanidad está en la recuperación de la confianza de los ciudadanos en torno a las bondades de la democracia, del capitalismo y de los mismos seres humanos. La seguridad humana requiere de la confianza para generar crecimiento, competitividad sana y sostenibilidad en nuestra relación con los recursos naturales.
El futuro inmediato de la humanidad es lúgubre y sombrío. El Fondo Monetario Internacional augura una inflación prolongada y un crecimiento económico leve en los próximos años. Esto generará más inseguridad entre los ciudadanos y se convierte en caldo de cultivo para la inestabilidad social y el populismo político. Solo la confianza puede ser el factor capaz de cohesionar la sociedad y generar la cooperación necesaria para retornar al desarrollo económico y social.
Todas las fuerzas vivas de la nación tienen que reunirse en torno al diálogo, sin politiquería, para definir un futuro mejor para los ciudadanos, para que exista una verdadera mejoría de la seguridad humana.