LA PANDEMIA DE LA OBESIDAD
Al conmemorarse el Día Mundial de la Alimentación, fecha en la que desde el 1979 se busca crear conciencia sobre el problema alimentario mundial y fomentar la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza, es pertinente llamar a la reflexión en torno a una de las principales causas de una mala nutrición: la obesidad. Una condición que desencadena en graves enfermedades como la diabetes y la hipertensión, condiciones que tanto afectan a los dominicanos.
El título de este artículo no solo hace referencia a la tesis que muchos defienden, cuando aseguran que la obesidad pudiera ser la pandemia del siglo XXI, sino también guarda relación con un dato alarmante que fue publicado por el periódico El Día el pasado mes de septiembre. En esta publicación se alerta que el 40% de las personas hospitalizadas por COVID-19, sufren también de obesidad.
Esta realidad, además de poner en evidencia que la obesidad es un factor de agravante para un paciente con coronavirus, también nos alerta de una realidad que no podemos darle más larga. Aquí hacemos referencia a la desnutrición que sufren muchos hogares dominicanos, a veces por carencias económicas y otras veces por falta de programas constantes y potentes de concienciación sobre las consecuencias de una alimentación no balanceada.
En nuestro país, según datos de la Asociación Dominicana para el Estudio de la Obesidad (ASODEO), durante los últimos 30 años, República Dominicana ha llevado la delantera en la región, ocupando el segundo lugar, después del vecino Haití, con mayor tasa de obesidad en América Latina. Según el mismo estudio, un 27% de la población dominicana padece obesidad y un 37% sobrepeso. Estos datos, tienen una incidencia directa en el aumento de enfermedades crónicas, cada vez más dominicanos sufren de padecimientos cardiovasculares y de diabetes. Se trata de una realidad preocupante que amerita de acciones claras y urgentes.
En ese sentido, sabemos que este es un fenómeno multifactorial, y por esto desde nuestra labor de política social, pusimos en marcha iniciativas de fomento a la agricultura familiar y la creación de huertos familiares, y también creamos proyectos que incentivaran la vida saludable a través de la disposición de vitaminas y suplementos nutritivos. Sin embargo, ésta es una problemática que amerita del compromiso de todos.
Claramente, el problema de la obesidad debe ser enfrentado en cumplimiento de los tres primeros Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): fin de la pobreza, hambre cero, y salud y bienestar. Pero para lograr la meta como región, es necesaria la intervención intersectorial, en la que intervengan los ministerios involucrados y el sector privado en una misma tarea en común.
Dicha tarea, deberá contemplar educación sobre nutrición, dirigida a toda la población de acuerdo a sus necesidades y realidades; fomento de la dieta de alimentos no procesados; creación de más espacios inclusivos para el ejercicio físico; y, sobre todo, programas dirigidos hacia la nutrición en la primera infancia y durante el embarazo.
Este último aspecto, identificamos uno de los principales focos del programa Progresando con Solidaridad durante nuestra gestión, a través de la entrega constante y bien segmentada de alimentos fortificados y suplementos nutricionales a niños y embarazadas de las zonas más vulnerables del país.
La nutrición y la lucha contra la obesidad, aún más en tiempos de COVID-19, deben ser focos de trabajo en materia de políticas públicas. No podemos convivir con dos pandemias al mismo tiempo. El momento es ahora.