Cuidado con la deuda

La deuda soberana constituye una fuente de financiamiento para la gran mayoría de los países, especialmente los que se colocan en el rango de la renta media, como es el caso de la República Dominicana. Es una herramienta que genera controversias y se convierte en un factor fundamental del debate político. Incluso, quienes dirigen los destinos del país criticaron en muchas ocasiones la deuda pública asumida por el Gobierno pasado; pero hoy se ven en la obligación de reconocer que son medidas necesarias.

Al decir de algunos expertos como Federico Sturzenegger, “la crisis del COVID-19 parecer ser un evento en el que la deuda soberana puede ser una herramienta útil para suavizar los efectos de lo que se cree será un shock relativamente transitorio”. Sin embargo, como en todas las decisiones financieras de la vida, la salud de nuestra economía y la sostenibilidad de la deuda, dependerán del buen manejo de los indicadores financieros, del buen juicio en el manejo de la inversión pública y de la respuesta eficaz a los factores exógenos.

Ante la situación del COVID-19 y la obligación de muchos gobiernos de América Latina de aumentar considerablemente la deuda pública como porcentaje del PIB, vale la pena reflexionar una vez más sobre la crisis latinoamericana de la deuda, desde una perspectiva histórica.

En el futuro cercano, las dificultades que puedan experimentar los países de la región pueden generar otra “década perdida”, como se le llamó a la década que sucedió a la crisis de la deuda en los 80. Ángel Gurria, citado por Sturzenegger, advierte que América Latina llegó a la crisis del coronavirus con “mucha deuda” y que la dura realidad que dejará el virus obligará a la región a demandar “recursos mucho mayores y/o alivio de la deuda”.

Por ende, si en algo debemos ponernos de acuerdo las fuerzas vivas de la Nación es en la forma como se van a manejar los compromisos de la deuda, porque comprometen los recursos de las futuras generaciones. Y de igual manera, las autoridades del país deben tomar la iniciativa para promover una discusión seria y profunda sobre la sostenibilidad de la deuda debido al impacto de la pandemia.

Reflexionando sobre las consecuencias de la crisis de la década perdida, José Antonio Ocampo llama la atención sobre el “continuado servicio de la deuda y condicionalidades crediticias que exigían adoptar políticas macroeconómicas recesivas”. Ahora, en 2020, Ocampo advierte sobre los “limitados acuerdos de cooperación financiera multilateral para apoyar a las economías de ingresos medios”, a la vez que reclama “volver a poner sobre la mesa la creación de un mecanismo institucional para renegociar las deudas soberanas”.

No podemos olvidar que estamos a las puertas de la peor crisis económica desde la Gran Depresión y que América Latina experimentó un crecimiento económico “anémico, el peor desde la Segunda Guerra Mundial” en los últimos cinco años. La República Dominicana, como bien sabemos, fue la excepción a esa situación, lo que nos ha permitido enfrentar la crisis del coronavirus con mayor holgura. 

Los efectos de la pandemia y de las medidas de aislamiento seguirán sintiéndose. La vacuna es una luz al final del túnel, pero que tomará su tiempo para llegar. Cuidemos nuestra capacidad de endeudamiento, aboguemos por un acuerdo latinoamericano para la sostenibilidad de las deudas soberanas, incluyendo mecanismos institucionales para la renegociación de las deudas soberanas.

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