El comercio electrónico dejó de ser una alternativa, es una necesidad

Durante nuestros años de gestión en la administración pública, la transformación digital siempre fue uno de nuestros principales focos de trabajo. Sabíamos que la virtualidad era un camino inminente, pero claramente todos desconocíamos que una de las mayores crisis que ha vivido nuestra generación, sería la que nos obligaría a dar el gran paso, de forma tan rápida. 

En ese sentido, hoy podemos asegurar que aquel líder comercial que no haga la debida adaptación de sus servicios a la virtualidad, o bien no cree nuevas alternativas de negocio basadas en el acceso digital, perderá oportunidades frente a su competencia. Esto, no solo porque los consumidores no creerán prudente aglomerarse, sino también porque para ellos, hacer una compra digital, es mucho más fácil. Se trata de una realidad rentable y segura.

Una muestra de esto es que, en nuestra región, el comercio electrónico ha crecido vertiginosamente en los últimos meses, algo que evidentemente se podía esperar; sin embargo, si vemos los datos cuantitativos, podríamos sorprendernos. Recientemente, una de las plataformas latinoamericanas de compra virtual, reportó que su número de compradores había aumentado en un 45.2% durante la pandemia, llegando a 51,1 millones de personas en toda la región.

Lo antes expuesto, debe llamar nuestra atención en momentos en que la crisis económica se agudiza, pues constituye un claro ejemplo de la oportunidad que nos ofrece la virtualidad, no solo como salida económica para hacer frente al desafío del confinamiento, sino también como oportunidad para la internacionalización de nuestros productos. Este último, un factor clave para el crecimiento de cualquier entidad comercial, y que por supuesto se traduce en beneficio para la economía del país.

Claramente, es más fácil decirlo que ponerlo en práctica, más aún cuando pensamos en las MiPymes dominicanas, aquellas que se han visto más afectadas por la pandemia. Para éstas, constituye una labor titánica sobrevivir y más aún cuando tienen el compromiso de proteger su principal capital: el humano. En ese sentido, la digitalización es un reto económico, técnico y creativo, que sin lugar a dudas necesitará de una asistencia vertical por parte del Estado. 

Si no existen políticas públicas para la transformación digital de los comercios, que sean oportunas, adaptadas a la realidad que nos impone la COVID-19, y pensadas para las MiPymes, se abrirá una brecha comercial que no le conviene a la economía dominicana, en aspectos tanto macroeconómicos, como sociales. Aquí es importante destacar que, como es natural, la tendencia de inversión extranjera, importante para el desarrollo macroeconómico y social, se dirige de forma inminente hacia la virtualidad.

Dichas políticas, en un futuro inmediato, deben concentrarse en la creación de incentivos que procuren que las MiPymes cumplan con una cuota de virtualidad, que contribuya a la reducción de visitas presenciales en sus establecimientos, aspecto importante para la contención del virus. Pero también, estas medidas deberán ir en concatenación con un acompañamiento técnico, con el cual los emprendedores y líderes comerciales dominicanos de pequeñas y medianas empresas, puedan cumplir con los estándares de seguridad, infraestructura y logística digital. 

La participación inclusiva en el comercio electrónico no puede esperar más. La transformación digital, hoy más que nunca, se presenta como una gran oportunidad para el desarrollo, el crecimiento y la sostenibilidad económica de la República Dominicana.

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