Independencia económica femenina: un paso más hacia la igualdad de género

27 septiembre 2018

administrador

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  • La independencia económica de la mujer es el camino más rápido hacia la igualdad de género, que nos permita romper con el círculo vicioso de la violencia económica, emocional y física a la que son sometidas millones de mujeres en todo el mundo.
  • Es evidente que la independencia económica de la mujer va de la mano con su participación en el mercado laboral, en condiciones de igualdad y reconociendo el justo lugar que nos corresponde en el desarrollo económico.
  • Las mujeres debemos tener acceso a las mismas oportunidades que los hombres en el ámbito económico y asumir responsabilidades acordes a nuestra creciente formación y al peso que tenemos en la sociedad.

Señora Fior Rodríguez de Ranúcoli, Presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Empresarias, Ejecutivas y Profesionales (ANMEPRO);

Señora Dolly Nin, Vicepresidenta de ANMEPRO;

Señora Janet Camilo, Ministra de la Mujer;

Su Excelencia Robin Bernstein, Embajadora de los Estados Unidos en la República Dominicana;

Su Excelencia Shauna Hemingway, Embajadora de Canadá en la República Dominicana;

Su Excelencia Gianlucca Grippa, Representante de la Unión Europea en la República Dominicana;

Señoras Maritza Camacho, Dinorah de Quezada, Linda Valette, Mayra Lara y Rosa Hernández de Grullón, reconocidas por sus aportes al desarrollo de la mujer empresaria y profesional de nuestro país;

Directiva, miembros y relacionados de la Asociación Nacional de Mujeres Empresarias, Ejecutivas y Profesionales;

Representantes de instituciones públicas y privadas;

Invitados especiales;

Amigos de la prensa;

Amigos y amigas:

Permítanme felicitar a la Asociación Nacional de Mujeres Empresarias, Ejecutivas y Profesionales en su 31 aniversario. Se dicen fácil, pero yo estoy segura que han sido más de tres décadas de compromiso con las mujeres dominicanas y con la igualdad de género.

Mi reconocimiento a todas las mujeres valientes que han pasado por esta institución y mi agradecimiento por esta invitación a ser oradora principal en este evento.

Como Ustedes saben, soy una fiel creyente y defensora de la independencia económica de la mujer.

Es el camino más rápido hacia la igualdad de género, que nos permita romper con el círculo vicioso de la violencia económica, emocional y física a la que son sometidas millones de mujeres en todo el mundo.

Es evidente que la independencia económica de la mujer va de la mano con su participación en el mercado laboral, en condiciones de igualdad y reconociendo el justo lugar que nos corresponde en el desarrollo económico.

Los expertos estiman que la plena inclusión de las mujeres en el mercado laboral, podría aumentar el PIB mundial hasta en 28 billones de dólares y los ingresos de las mujeres mejorarían hasta en un 76 por ciento, si se superara la brecha en la participación en el empleo y la brecha salarial entre mujeres y hombres.

Es por eso que el futuro tiene nombre de mujer.

La presión demográfica, la realidad de que las mujeres son las que aprovechan mejor el sistema educativo y las necesidades económicas de la humanidad, confirman que las mujeres debemos tener acceso a las mismas oportunidades que los hombres en el ámbito económico y asumir responsabilidades acordes a nuestra creciente formación y al peso que tenemos en la sociedad.

A pesar de esa realidad, muchos países clasificados con Índices de Desarrollo Humano elevado, aún enfrentan grandes desigualdades de género, lo que unido a la pobreza que enfrentan numerosas mujeres que además son jefas de hogar, las coloca en una posición desventajosa en la senda del progreso y el desarrollo.

Ese es el caso de la República Dominicana, donde el Índice de Desigualdad de Género calculado por el PNUD para 2017, nos sitúa como un país bastante desigual en materia de género.

Si bien es cierto que en los en los últimos años se observan mayores incrementos en términos absolutos de mujeres ocupadas con relación a hombres en grupos ocupacionales como gerentes y administradoras, profesionales e intelectuales y empleadas de oficina según datos del Banco Central de la República Dominicana, se requieren estrategias que enfrenten la alta tasa de desocupación femenina, que más que duplica la de los hombres; y a la vez, propiciar la participación de la mujer en los sectores de la economía que más potencial de crecimiento tienen.

A pesar de que la participación económica de las mujeres ha mejorado en las décadas recientes en la República Dominicana, es uno de los países de América Latina y el Caribe que refleja mayores divergencias en cuanto a participación de la fuerza laboral entre hombres y mujeres, con 77 % y 50 % respectivamente para el primer trimestre de 2018.

La ocupación de las mujeres ha estado centrada en actividades de servicios –generalmente de baja productividad– como el comercio y otros servicios, las cuales representan cerca de tres cuartas partes de la ocupación total femenina.

No obstante, como consecuencia de la mayor presencia femenina tanto en el ámbito educativo como en el ámbito laboral, ocupamos cada vez más mejores posiciones con mayores niveles de especialización. Esto se une a la progresiva reducción de la tasa de fecundidad, que ya tiene décadas sucediendo, que resulta en que las mujeres cada vez tendrán un menor número de dependientes a su cargo y mayor tiempo para dedicarse a una actividad productiva remunerada, al menos en lo que respecta a niños y menores de edad que forman parte de la población inactiva, revelando así el gran aporte y potencial que representan las mujeres en el mercado laboral y con esto al crecimiento económico.

Y esta contribución potencial de la mano de obra femenina, nos refiere entonces al concepto del bono de género, el cual se define como «el aporte potencial que pueden realizar las mujeres a los ingresos de sus hogares y, por lo tanto, al crecimiento económico y a la reducción de la pobreza, debido al incremento significativo de su participación en la actividad económica».

La literatura con relación a este concepto ilustra algunas formas de desarrollar ejercicios de estimación y predicción del bono de género en base a información disponible. Una de estas es mediante la Tasa Global de Participación (TGP).

Un análisis publicado por nuestro Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo, estimó que para el período comprendido entre 2000-2016 en la República Dominicana, el bono de género resultó ser de 1.2% anual en promedio para las mujeres, mientras que para las hombres este en promedio anualmente se ha mantenido sin variación en un 0.1%.

Al proyectar estos resultados para el caso de las mujeres (asumiendo que la participación de los hombres permanece constante), este mayor incremento de la mano de obra potencial femenina se traduce en un aumento de la igualdad de género, pero tendrían que pasar más de 30 años, es decir, llegar al año 2048, para poder llegar a la paridad masculina de participación en el mercado laboral.

Si realizáramos este ejercicio, para el resto de países de la región, es muy probable que los resultados sean similares.

Mis queridas amigas:

Las desigualdades a las que somos sometidas las mujeres en el mercado laboral, deben enfrentarse desde tres ámbitos en particular: desde la norma como estructura formal que rige las sociedades; desde las estructuras sociales que ejecutan dichas normas; y desde la apropiación cultural de la igualdad de género.

En cuanto al primero, la normativa, hay que dar prioridad a la incorporación de la perspectiva de género en el mercado laboral.

En el marco jurídico que hemos mantenido intacto por décadas, hay que corregir las erosiones de derechos y el fomento de las desigualdades en el ámbito laboral, que se han agravado en todo el continente.

Alda Facio Montejo, reconocida jurista y profesora costarricense, escribió un maravilloso ensayo titulado “Cuando el género suena cambios trae”, donde enumera algunas herramientas que deberíamos estar aplicando a todas las legislaciones donde sospechemos que hay discriminación de género, en especial, las del ámbito laboral.

Ella dice que hay que identificar las distintas formas como se manifiesta la discriminación en el texto legal, por ejemplo, el dicotomismo sexual. ¿Cuántas normativas tratan a ambos sexos como diametralmente opuestos? O el androcentrismo que vemos en la desvalorización del trabajo doméstico, entre otros más.

También debemos identificar cual es el paradigma de mujer que impera en el texto legal, porque hay que caracterizar a la mujer según su entorno y según sus condiciones, para poder legislar con mayor justicia.

Otro paso fundamental es romper los estereotipos que encuentran sustento en el ámbito legal.

Muchas veces, las normativas inciden en mantener la discriminación hacia la mujer, con postulados que arañan ideológicamente el tejido social.

En a las estructuras sociales, hace falta un análisis profundo del impacto de las acciones de las instituciones en la violación de los derechos de la mujer y en qué medida alimentan la discriminación con decisiones que, en aras de preservar decisiones vigentes desde antaño, no se toma un camino distinto.

Y finalmente, la apropiación cultural de la igualdad de género en todos los ámbitos y, en especial en el ámbito laboral, un paso esencial para acabar con el acoso en el espacio de trabajo, con las injusticias que se sustentan en la realidad social de la mujer y con la insistencia de no otorgar a la mujer el justo espacio que le corresponde en la economía y en el mercado de trabajo.

Amigos y amigas:

Hace un tiempo decía Michelle Obama que “para las mujeres, lo que queremos ser en la vida está en constante conflicto con el mensaje que nos da la sociedad”.

Hoy en día, la sociedad nos da un mal mensaje, al pagar menos por nuestro trabajo, discriminar nuestra entrada al mercado laboral y, una vez insertas en este, limitarnos con un “techo de cristal”.

Con eso, nos dicen que aportamos menos, que el esfuerzo que realizamos para formarnos, muchas veces teniendo que atender el hogar, tiene un valor menor que el de los demás.

Mientras que además, las estadísticas disfrazan muchas veces el trabajo no remunerado que realizan las mujeres dentro del hogar que no pueden acceder a la educación o al empleo, como “inactividad” e inclusive en el caso de las mujeres jóvenes, englobándolas en el grupo de “ninis” por no estudiar ni trabajar, cuando son las mismas estructuras económicas y sociales las que las mantienen en esta condición.

Es una manifestación más de la gran epidemia del siglo XXI, que es la desigualdad social.

El avance de la mujer no va al ritmo que aspiramos ni el que nos merecemos.

Las mujeres que logran participar del mercado laboral, se enfrentan a trabajos no seguros y mal pagados, a la informalidad, a dificultades para acceder a bienes económico y servicios financieros, así como la reproducción de roles de cuidado asignados exclusivamente a estas expresados en tareas domésticas y responsabilidades familiares.

Son factores que excluyen a las mujeres en todo el mundo de las oportunidades de progreso y desarrollo, lo que repercute directamente en sus familias y en comunidades enteras.

A esta realidad, hay que sumarle el constante decrecimiento del ingreso salarial de las mujeres, mayor que el de los hombres, lo que agudiza aún más la desigualdad de género debido a las brechas salariales.

Los datos actualizados del Sistema de Indicadores Sociales de República Dominicana (SISDOM 2016) revelan que el salario promedio de las mujeres en 2016 fue 16.6 % inferior al de los hombres, y que las mayores brechas salariales se perciben al considerar el nivel educativo y el sector de la economía, sea formal o informal.

A menores niveles educativos, evidentemente mayor es la brecha salarial entre hombres y mujeres. En el caso de mujeres con educación secundaria, la brecha salarial es de más de un 35%; e incluso, cuando las mujeres alcanzan niveles universitarios y de posgrado iguales a los hombres, la brecha continúa siendo significativa, llegando a ser 31.2% menos.

Además, para las mujeres que están en el sector informal, que son la mayoría, la brecha salarial es aún mayor que al considerar otros aspectos como el nivel educativo, la zona de residencia, entre otros. Es decir, que la diferencia entre el salario devengado por hombres y mujeres se hace aún más notable en el sector informal, donde las mujeres perciben cerca de un 64 % del salario que perciben los hombres para el período 2000-2016, mientras que inclusive en el sector formal no alcanzan el 84% de estos.

Es por eso que debemos asumir un compromiso con el principio de igual salario por igual trabajo.

No hay justificación para esta desigualdad.

Por eso, he propuesto al Presidente de la República, y así figura en el plan de gobierno actual, someter una iniciativa legislativa que condene la discriminación salarial por género y establezca los mecanismos correspondientes para judicializar cuando esta suceda.

Considero que es un mensaje claro que incidirá de manera positiva, para que las próximas generaciones de mujeres tengan un mayor acceso a los puestos de trabajo, en condiciones justas.

Este encuentro, y otros como este, son oportunidades para impulsar modelos de generación de desarrollo humano integral y empoderamiento económico enfocados hacia la mujer.

Debemos asumir un compromiso con la igualdad de género entre el Estado y el sector privado, porque beneficia a ambos de igual manera, y, sobre todo, beneficia a toda la sociedad.

El sector empresarial juega un rol fundamental en el componente de equidad de género que contempla la ambiciosa Agenda 2030.

Desde mi llegada a la vicepresidencia he estado trabajado en varios proyectos en beneficio de la mujer.

Pero quiero mencionarles , por la pertinencia del tema, el de igualdad de género. Justo ayer 5 instituciones emblemáticas del Estado firmaron conmigo la carta compromiso para la certificación del Sello de Igualdad de Género que promueven el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de la Mujer. Es un paso de avance en el camino correcto.

Quiero resaltar que en la Vicepresidencia de la República y sus instituciones, el 54% de los colaboradores son mujeres. Para consolidar nuestro enfoque de género, también estamos trabajando en la certificación de género que otorga el Instituto Dominicano de la Calidad, NORDOM 775, que impulsa la igualdad en las instituciones públicas y privadas.

Y todavía queremos más. Nuestra Dirección Interinstitucional de Recursos Humanos está capacitando al personal para certificarnos en la norma de ISO de género con el apoyo de INTECO, una firma internacional para las certificaciones de calidad.

En resumen, estamos trabajando no una, ni dos, son 3 certificaciones que consolidarán a la Vicepresidencia como institución líder en un enfoque laboral de género.

Por eso quiero hoy aquí reiterar que para lograr que nadie se quede atrás, para que vayamos más allá del ingreso, para que el ingreso se inclusivo y pueda contribuir al bienestar de la gente, se requiere una gran alianza público-privada, para abordar los temas que impactan a la mujer.

No habrá más progreso económico y social para la humanidad, si se sigue relegando a la mujer.

Ganarnos la libertad para las mujeres de nuestra generación y de quienes nos sucederán, no puede esperar más.

El momento de la igualdad entre hombres y mujeres es AHORA; el momento de poner fin a la violencia de género es AHORA; el momento de crear mayores y mejores oportunidades para la mujer es AHORA.

¡El momento de la MUJER es AHORA porque el progreso de las mujeres es el progreso de todos y todas!

¡Muchas Gracias! ¡Qué Dios les bendiga!

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