La ineficiencia de la desigualdad

La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) ha dado inicio a su trigésimo octavo período de sesiones con la publicación de un informe con un título sugerente, que resume uno de los grandes problemas que hace falta enfrentar desde las políticas públicas: la ineficiencia de la desigualdad.

El enfoque de este documento, que ya es una costumbre cada año como referente para los hacedores de políticas públicas en toda la región, profundiza sobre la impostergable necesidad que tienen los países de nuestra región de hacer las inversiones necesarias para poner fin a las causas estructurales que alimentan la desigualdad social, porque es la única manera en la que podremos acelerar el crecimiento de la productividad y transitar hacia una América Latina y El Caribe más próspera y con mayor bienestar para sus ciudadanos.

Es decir, ya no se trata tan solo de un imperativo moral, que lo es en todo el sentido de esa frase, sino también una necesidad desde el punto de vista económico, porque la baja diversificación productiva, la dependencia de los recursos naturales y la poca especialización de nuestros mercados, encuentra sus causas en la desigualdad social y en las brechas que aún no hemos podido cerrar, como la brecha educativa, la brecha de género y la brecha digital, por poner algunos ejemplos.

 El avance de los derechos políticos, económicos y sociales que ha resultado de la toma de conciencia de la población latinoamericana en los últimos 20 años, debe estar acompañado de una respuesta desde las políticas públicas que traduzcan ese anhelo de la sociedad en una realidad palpable, para lograr la necesaria cohesión social que facilita el desarrollo de los pueblos.

Tal y como lo plantea la CEPAL, en el centro de la agenda pública debe estar la igualdad, por dos razones fundamentales: porque lo que se hace desde lo público debe tener un objetivo concreto que beneficie a la humanidad y porque el consenso de los expertos es que, a mayor igualdad, habrá mejores condiciones para continuar en el sendero del desarrollo.

El tema es fundamental en este momento de pandemia, en el cual se corre el riesgo de que los que más tienen conserven o aumenten sus beneficios, mientras que los que están en situaciones vulnerabilidad, pierdan el terreno que han ganado en las últimas décadas. No se trata solo de una afirmación que tiene impacto económico, también lo vemos en la educación, donde las facilidades tecnológicas benefician a los más pudientes, ensanchando la brecha que ya existe entre pobres y ricos.

El costo de la desigualdad está más que demostrado en los análisis e investigaciones que por muchos años se han realizado sobre el tema. Pero entender el costo desde el punto de vista de la ineficiencia que le genera a la economía, podría ser una forma de convencer a los actores económicos de la importancia de invertir sumas cuantiosas de dinero en programas que buscan romper estos ciclos de desigualdad, porque en el mediano y largo plazo generan un retorno extraordinario de la inversión. Promover el bienestar social es piedra fundamental de un sistema económico que propicie la innovación y el desarrollo. 

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