La trampa de la renta media

Listín Diario / Opiniones
Autora: Margarita Cedeño de Fernández

En una entrega anterior, reflexionamos sobre el principal enfrentamiento ideológico que caracteriza a esta primera parte del siglo XXI, que enfrenta al populismo con la globalización, lo que trae importantes consecuencias políticas, económicas y sociales, que hemos presentado en otras ocasiones.

Sin embargo, una comprensión más profunda del tema, requiere ahondar en los efectos de la globalización sobre las políticas de desarrollo de América Latina y El Caribe, sobre todo en lo relativo a los aspectos tecnológicos, financieros, comerciales y de economía política. Como parte de su Escuela de Verano, la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), ha propiciado una importante discusión sobre el tema, que apunta a una mayor comprensión de los espacios macroeconómicos de la región y las oportunidades a las cuales tenemos acceso.

Son muchos los cuestionamientos en torno a los efectos de la globalización en los mercados y en las políticas públicas. Aún persisten grandes inquietudes sobre cómo regular los mercados de trabajo, de manera que se pueda lograr un balance entre proteccionismo y apertura hacia la inmigración; los efectos de la globalización frente al intercambio comercial, la automatización y los profundos cambios culturales que son consecuencia de este fenómeno.

Pero dentro de todo, la cuestión más preocupante para nuestro país es lo que se conoce como “la trampa de la renta media”. Se trata de la situación de estancamiento a la que llegan muchos países que han alcanzado un cierto nivel de ingreso, debido a la baja inversión, un crecimiento lento de la economía, una diversificación industrial muy limitada y las malas condiciones de sus mercados laborales.

El fenómeno se explica porque resulta más fácil pasar de ser un país pobre a ser un país de renta media, debido a que los bajos salarios fomentan la inversión extranjera y la creación de empleos, lo que mejora considerablemente los ingresos fiscales y, por ende, las condiciones de vida en las poblaciones. Sin embargo, pasar de un país de renta media a uno de renta alta, requiere grandes inversiones en áreas más sofisticadas, una fuerte apuesta a la tecnología y a la mejora del capital humano, para competir con los países en ese renglón.

Es un gran reto. El estancamiento es tal, que la mayoría de los países que ya eran de renta media en el 1960, todavía lo son. Solo 13 de 101 países han podido superar esta situación y convertirse en países de renta alta, siendo los ejemplos más representativos Corea del Sur, Israel y Taiwán.

La entrada de nuestro país a esta club es un reconocimiento a las políticas de desarrollo que se han implementado en los recientes gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana, pero a la vez es un gran reto, ya que ha sacado al país de los elegibles para fondos de asistencia para el desarrollo y donaciones.

Analizar el tema, sus aristas y vías de acción, es vital para el futuro de la República Dominicana. Se requiere una alta inversión en innovación y en la calidad de los recursos humanos, especialmente en las capacidades de solución de problemas analíticos, que significa aumentar la inversión en las áreas de ciencias.

Asumir esa inversión, requiere de la liberación de fondos que hoy se destinan a sectores improductivos y que no generan retornos para el Estado. Y a la vez, necesita de la participación del sector privado en alianzas que propicien inversiones de mayor calidad. Salir de la trampa, en suma, requiere de mucha creatividad.

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