Masculinidad positiva, una tarea urgente

Acercándonos a la fecha que conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, creo pertinente que reflexionemos una vez más acerca de una tarea clave en la lucha contra el abuso y la discriminación hacia nuestras mujeres: la masculinidad positiva. Si no construimos una nueva masculinidad que promueva el autorreconocimiento emocional en los hombres, y el respeto y la solidaridad con las mujeres, no podremos erradicar la violencia de género.  

Durante muchos años hemos venido llamando la atención sobre la importancia de transformar el rol del hombre como ente social, para el cierre de la brecha de género. Sin embargo, los esfuerzos realizados a través de los proyectos que consolidamos con una visión inclusiva y participativa desde nuestra gestión, no son suficientes. Hace falta voluntad, sinergia y consistencia en los actores involucrados a todos los niveles. 

Es cierto que garantizar una masculinidad positiva en la sociedad dominicana es un reto inmensurable que tomará tiempo alcanzar, pues se trata de una transformación cultural que pretende eliminar el machismo arraigado en los dominicanos, desde el ciudadano de a pie hasta el líder político. Sin embargo, la meta no es imposible y es impostergable. 

Es impostergable porque la violencia machista aumenta cada vez más, convirtiéndose en un factor agravante para una crisis sanitaria y económica sin precedentes. Sobre esto, la semana pasada el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó un nuevo análisis que recopila datos mensuales del 2019 y 2020 sobre el volumen de llamadas de alerta de violencia de género en República Dominicana, Argentina, Brasil, Colombia, Guatemala, México, Paraguay y Perú.

Este estudio demostró que, y cito: “en todos los países con mayor número de denuncias, el volumen de llamadas sigue siendo más alto en el 2020 que en el 2019 para todos los meses con datos disponibles”. Se trata de un desafío creciente en toda la región, donde la salud de sus ciudadanos, su economía y sus mujeres están siendo tristemente laceradas de manera paralela. 

En momentos cuando la estabilidad sanitaria y financiera del ser humano está comprometida, no podemos permitir que un desafío exclusivamente social se convierta en piedra de tropiezo para salir adelante; esto por la batalla que significa el confinamiento para una mujer que tiene al agresor en su propia casa. 

Es evidente que la lucha contra la violencia de género amerita de políticas de Estado urgentes, contundentes y participativas, con presencia activa de todos los poderes del Estado para la ineludible eliminación del matrimonio infantil, el fortalecimiento de la respuesta judicial, la formación para la igualdad en las escuelas y el desarrollo de una cultura ciudadana de masculinidad positiva.  

En ese sentido, en noviembre del año pasado encabezamos la firma del Compromiso de Hombres por la Construcción de Nueva Masculinidad donde representantes de iglesias, medios de comunicación, academias, sindicatos, policías, empresarios y comunitarios se comprometieron a aunar esfuerzos para combatir la violencia contra la mujer y los feminicidios, fomentando el nuevo rol del hombre en el hogar, uno que no se impone, no se dedica solo a proveer, sino que forma equipo, respeta y motiva a su compañera y a sus hijos. 

Esta iniciativa junto al proyecto Hombre Solidario, Cultura Ciudadana y muchos otros más, constituyeron la hoja de ruta que dejamos en marcha al finalizar nuestra gestión. Estos modelos de transformación social para la erradicación del machismo no deben quedarse atrás, deben mantenerse y ser multiplicados a través de una política de Estado transversal, sobre la base de ese ODS #5 por el que tanto hemos trabajado y seguiremos trabajando, la tan necesaria igualdad de género.

La violencia no parará si seguimos enseñando que los hombres son de la calle y las mujeres de la casa. Si seguimos pensando que el macho es el que provee, el que participa en política y tiene que demostrar su hombría en actitudes de dominio y sometimiento a la mujer. No habrá igualdad si seguimos enseñando a nuestros niños que los hombres no lloran y que eso es cosa de mujeres.

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