Trascendencia 360

  • La clave del éxito de la mujer de hoy en día es estar siempre dispuesta a mostrar su mejor cara, a pesar de las adversidades, trabajando sin cesar para un solo objetivo: el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres.
  • Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos en la lucha por la igualdad de género, porque es un tema urgente e impostergable.
  • Por cada mujer que logra ocupar el espacio que le corresponde en la sociedad, hay miles más que están esperando una oportunidad.
    Estoy convencida de que allí donde hay mujeres empoderadas, las sociedades progresan. Porque con el avance de la mujer, viene el progreso de su familia, de su comunidad y su país.

Amigos y amigas:

En esta edición de Forbes que me honra al tenerme en su portada, Uriel Naum, editor en Jefe de la revista para Centroamérica, destaca el hecho de que en el 80% de las fotografías que me tomó Alondra Ángeles en la sesión de fotos, yo estaba sonriendo.

Me encantó el editorial, no solo porque resalte mi sonrisa, una cualidad que siempre le pido a Dios no perder nunca, sino porque me llevó a una importante reflexión sobre la fuerza de la sonrisa femenina, que ha sobrevivido a tantas adversidades que hemos enfrentado, y se ha fortalecido a pesar de los tantos muros que nos ha tocado derribar.

Pensé en la sonrisa, por ejemplo, de Brigitte Macron, la Primera Dama de Francia, víctima de la misoginia tan solo porque su esposo, que se adoran con locura, es 24 años menor que ella, cuando nadie critica a Donald Trump por hacer lo mismo.

Pensé en la sonrisa de Hillary Clinton, luchadora incansable, a pesar de que se le ha negado, por ser mujer, ostentar el cargo más poderoso del mundo, siendo víctima de innumerables ataques personales que han denigrado la política norteamericana.

Pensé en amigas y colegas del ámbito político de América Latina y El Caribe, Laura Chinchilla, Michelle Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner, y en especial, Dilma Rousseff, todas cuestionadas y vapuleadas, más allá de sus errores, que podrían haberlos cometido, pero al fin de cuentas, enfrentadas por un sector de nuestras sociedades que no conciben a una mujer en el poder.

Y claro está, pensé en todas las valerosas mujeres dominicanas que forman parte de este ranking de Forbes. Todas, sin excepción, sonriendo con ilusión, porque saben, al igual que yo, lo mucho que les costó llegar a donde están.

Mujeres empresarias, mujeres de ONGs, de la medicina o la ingeniería, del sector educativo, de todas partes, que sonríen, a pesar de que tienen que trabajar el doble, y hasta el triple, por hacer realidad sus sueños e impactar positivamente el núcleo mismo de la sociedad: la familia, no obstante voces perversas se atrevan a decir que ese triunfo de nosotras, las Mujeres, se debe únicamente a nuestros esposos, padres o hermanos.

Esa es la característica de la mujer del siglo XXI.

Es esa la clave del éxito de la mujer de hoy en día.

Siempre dispuestas a mostrar su mejor cara, a pesar de las adversidades, llenando de luz todos los lugares donde estamos, trabajando sin cesar para un solo objetivo: el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres.

 

Sin embargo, no podemos ignorar que el avance de la mujer no va al ritmo que aspiramos.

Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos en la lucha por la igualdad de género, porque es un tema urgente e impostergable.

Son muchas las trabas que impiden hacer realidad este derecho humano: la discriminación salarial, el cierre de brechas en participación política de las mujeres, la necesidad de capacitación técnico-profesional, la economía de cuidado, y el combate a las prácticas discriminatorias enquistadas en nuestras sociedades.

Las estadísticas reflejan que la mujer aún juega un papel secundario en el mundo.

La promesa de progreso que encierra la equidad de género, sigue siendo eso, una promesa, que sin nuestro esfuerzo y nuestra dedicación, no será nunca una realidad.

Pero cada día tenemos que hacernos la siguiente pregunta:

¿Qué puedo hacer hoy para aportar a que la equidad de género sea una realidad?

Yo estoy convencida de que allí donde hay mujeres empoderadas, las sociedades progresan.

Porque es que con el avance de la mujer, viene el progreso de su familia, de su comunidad y su país.

Y aunque debo reconocer que muchas mujeres estamos dando pasos certeros hacia el desarrollo personal y profesional, tanto en el ámbito público como privado, no menos cierto es que por cada mujer que logra ocupar el espacio que le corresponde en la sociedad, hay miles más que están esperando una oportunidad.

La desigualdad social crece exponencialmente cuando se trata de la mujer, cuando a la exclusión por género se le agregan condiciones geográficas, de edad, raza, clase, nacionalidad y hasta estatus civil.

Un ejemplo de ello es la feminización de la pobreza.

El 70% de las personas que viven en pobreza en América Latina y El Caribe son mujeres. En su mayoría madres solteras.

A esto se suma una larga lista de injusticias que enfrenta la mujer: las altas tasas de embarazo adolescente, la violencia sexual y psicológica, la violencia de género e intrafamiliar, la trata de personas, las restricciones económicas.

Y por igual, fuertes restricciones en el mercado laboral. En el año 2000, las mujeres ocupadas en el sector formal representaban el 37%. Las tendencias indican que para el 2030 habrá aumentado a un 46%.

Esto es así, a pesar de que hoy en día somos mayoría en las escuelas y universidades, a que obtenemos mejores calificaciones en todas las áreas, a la vez que desempeñamos el importante rol del cuidado familiar.

Esto quiere decir que hay una exclusión de la mujer de los mercados laborales. Y esto repercute directamente en sus familias y en comunidades enteras.

Si América Latina continúa a espaldas de la mujer, estará condenada a seguir siendo la región más desigual del planeta.

 

No puedo desaprovechar un escenario mayormente empresarial, para hablarles de un fuerte escollo que enfrentamos las mujeres. Una discriminación absurda, que con muy poco lo podemos resolver.

Me refiero al constante decrecimiento del ingreso salarial de las mujeres, mayor que el de los hombres, debido a la brecha salarial, que en el caso de la República Dominicana ronda el 20 por ciento.

A nivel mundial se estima que las mujeres podrían aumentar sus ingresos hasta en un 76 por ciento, si se superara la brecha en la participación en el empleo y la brecha salarial entre mujeres y hombres.

Para las mujeres que están en el sector informal, que son la mayoría, la brecha es mayor que el promedio.

Mientras las mujeres ocupadas en el sector formal ganaron el 83% del ingreso laboral de los hombres en el periodo 2000-2014, en el sector informal la proporción de sus ingresos respecto a los hombres representó solo el 65%.

Estas cifras se repiten en todos nuestros países, con ligeras variaciones.

Es por eso que, como región, debemos asumir un compromiso con el principio de igual salario por igual trabajo.
No hay justificación para esta desigualdad.

Por eso, he propuesto al Presidente de la República, y así figura en el plan de gobierno actual, someter una iniciativa legislativa que condene la discriminación salarial por género y establezca los mecanismos correspondientes para judicializar cuando esta suceda.

Considero que es un mensaje claro que incidirá de manera positiva, para que las próximas generaciones de mujeres tengan un mayor acceso a los puestos de trabajo, en condiciones justas.

Amigos y amigas:

Cuando me entrevistaron para la revista, Felivia Mejía me preguntaba: ¿Cómo puede una mujer alcanzar el éxito? ¿Cómo podemos trascender en 360 grados?

Yo creo que todo inicia por derribar los muros que impiden nuestro avance en la sociedad.

Dejar atrás, de una vez y por todas esa creencia de que la mujer no puede progresar en todos los aspectos de su vida.

Sí podemos ser buenas profesionales, buenas madres y esposas, buenas amigas y compañeras. Podemos aportar a la sociedad, construir un legado propio, tener independencia económica e influir decididamente en la sociedad.

Podemos hacer todo eso y más.

Y en la medida en que individualmente vamos superando esas barreras, cada una de nosotras aporta el objetivo de la igualdad de género e impulsa a las demás.

El camino al éxito pasa, sin dudas, por un necesario espíritu de unidad entre las mujeres. Necesitamos ser más solidarias entre nosotras mismas.

Por mucho tiempo nos han criado para aceptar y justificar las acciones de machismo o misoginia, y lo que hemos hecho es enfrentarnos entre nosotras.

Lo que se requiere es lo contrario.

Hacer una gran caravana de mujeres, donde una impulse a la otra, porque cuando llega una mujer, llegamos todas las demás con ella. Llega la familia, llega el esposo, llegan los amigos.

Como dije para la revista: “más que permitir o dejar que un hombres nos deje hacer, la mujer siempre tiene que ser”.

¿Qué somos?

Somos esenciales para la vida en sociedad y nos corresponde el derecho a aprovechar las oportunidades y poner nuestros talentos y capacidades al servicio de la sociedad y  trascender, trascender cada día y visualizarnos llegando a la meta; trabajando sin descansar como sólo nosotras lo sabemos hacer, sin perder el enfoque ni los valores que están en nuestro equipaje genético.

Lamentablemente, el mundo de hoy no se da cuenta de los grandes beneficios que vienen con el éxito de la mujer, con su trascendencia en todos los aspectos de la vida.

En lo económico, supondría un aumento del PIB mundial en alrededor de un 26%, casi 12 trillones de dólares al año.

Es una decisión de justicia social, ante el aumento del abuso sexual, la violencia de género, la trata de personas, el quebrantamiento del núcleo familiar, el hacinamiento, la discriminación salarial, y otros tantos factores que actúan contra la mujer como un verdugo ante su presa.

En el mercado laboral, la incorporación de la mujer, se traduce en un mayor crecimiento del ingreso per cápita, reduce la vulnerabilidad a la pobreza y a la miseria de familias completas.

Y en el ámbito social, los beneficios son innegables. Mejor salud, más educación, más paz y seguridad. Eso es lo que impulsamos las mujeres, una cultura de paz y armonía en la sociedad.

Es decir, los beneficios del avance de la mujer en el mundo, impactan en todas sus partes, no solo es una transcendencia de 360 grados en nuestras vidas, es en toda la sociedad.

Amigos y amigas:

Soy una fiel creyente de que un ser humano poderoso es capaz de modelar con su ejemplo con su actitud diaria frente a la vida, en el trabajo y frente a los demás, que es posible ser buena persona, que es posible ser buen profesional, y combinar todo esto en beneficio de los demás.

Tenemos en nuestras manos el poder de transformar la actual situación de la mujer en el mundo y permitirles que transciendan. Porque el poder es eso, tener la capacidad y la voluntad de cambiar el entorno, mejorar las condiciones de aquellos que nos necesitan.

Poder es cerrar brechas, crear oportunidades, construir puentes hacia el progreso y el desarrollo personal de todos y todas.

Quiero que asumamos un compromiso con la igualdad de género entre el Estado y el sector privado, porque beneficia a ambos de igual manera.

El sector empresarial juega un rol fundamental en el componente de equidad de género que contempla la ambiciosa Agenda 2030.

Para que nadie se quede atrás, para que vayamos más allá del ingreso, para que el ingreso se inclusivo y pueda contribuir al bienestar de la gente, se requiere una gran alianza público-privada, para abordar los temas que impactan a la mujer.

No habrá más progreso económico y social para la humanidad, si se sigue relegando a la mujer.

Les invito a soñar en un mundo de oportunidades, donde la mujer pueda alcanzar el más alto nivel en la política, en los negocios, en la diplomacia, en la cultura y en todas las esferas de la vida.

Les invito a soñar en un mundo donde no haya mujeres maltratadas, en donde el empoderamiento femenino sea la base de la independencia económica para la mujer.

Sueñen conmigo en un mundo tan comprometido con la paz como con la libertad de la mujer.

Enfrentemos juntos la tragedia y la catástrofe que representa la desigualdad de género.

Todavía resuenan las palabras de Goethe, el escritor alemán, que decía que “la libertad debe rehacerse y ganarse nueva vez, en cada generación”.

Ganarnos la libertad para las mujeres de nuestra generación y de quienes nos sucederán, no puede esperar más.

El momento de la igualdad entre hombres y mujeres es AHORA; el momento de poner fin a la violencia de género es AHORA; el momento de crear mayores y mejores oportunidades para la mujer es AHORA.

El momento de la MUJER es AHORA porque el progreso de las mujeres es el progreso de todos y todas!

¡Muchas Gracias! ¡Qué Dios les bendiga!

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