Una feria para la historia

Listín Diario / Opiniones
Autora: Margarita Cedeño de Fernández

 

Para su 78ª edición, la Feria del Libro de Madrid decidió honrar a la República Dominicana, dedicándo al país el lugar más privilegiado de los 17 días de actividades literarias y culturales que reúnen a más de 300 expositores de toda España, que se agrupan en la Asociación de Librerías de Madrid y la Federación de Asociaciones Nacionales de Distribuidores de Ediciones.

La cita cultural data de 1933, cuando se realizó por primera vez en el Paseo de Recoletos como parte de los actos de la Semana Cervantina, un festejo que guardan varias ciudades y municipios de España en honor a Miguel de Cervantes. Vendría la Guerra Civil española a abrir un triste paréntesis que se mantuvo hasta el 1944, fecha en la que retornó bajo la denominación de Feria Nacional del Libro en el mismo lugar, hasta el 1967, año este en que se mudó a su actual residencia, los Jardines del Parque de El Retiro.

Desde entonces, ha sido una cita obligatoria para todo los amantes del libro y la lectura; para escritores, divulgadores, editoras, y en fin, a todo el que cree fervientemente en el libro como el eje del consumo cultural de los seres humanos.

Entre esos creyentes consagrados está el Embajador de la República Dominicana ante el Reino de España, destacado abogado y especialista en derecho administrativo, Olivo Rodríguez Huertas, quién con menos de dos años de su llegada a Madrid a cumplir su misión oficial, ha revolucionado por completo el rol esperado de las misiones diplomáticas, especialmente en el ámbito cultural.

Exquisito amante de la lectura, promotor del conocimiento y curioso de la historia, el Embajador y amigo Olivo Rodríguez ha convertido en realidad un sueño de todos los gestores y animadores culturales y, en particular, de los dominicanos y dominicanas asiduos del mundo de la lectura, al elaborar un programa de actividades que ha englobado libro, arte, pintura, música y fotografía

Con un maestro liderazgo en la coordinación y creatividad; al igual que con su singular humildad y empatía, puso a prueba la capacidad de cohesión ciudadana en torno a un tema vital para el desarrollo: la Cultura. El extenso y diverso programa de actividades llevadas a cabo en la Feria convirtieron el pabellón de la República Dominicana en un desfile de personalidades de la vida púbica y privada de nuestro país, que han presentado ante la sociedad española y la comunidad dominicana en Madrid, las bondades culturales que engalanan nuestra sociedad.

Una columna de 600 palabras como esta no es suficiente para resaltar la calidad académica y el patriotismo de los cientos de dominicanos del país y de la diáspora que protagonizaron las casi 130 actividades organizadas por el Embajador y su equipo de la Embajada en Madrid, una pléyade de jóvenes diplomáticos y colaboradores que asumieron el reto de dar un nuevo impulso a la imagen del país, presentando su faceta cultural.

Mi presencia en la Feria del Libro de Madrid me recordó la importancia de que un país cuente con “intelectuales comprometidos”, verdaderos cultores del saber que intervengan en el debate público, reinvindicando la autonomía de pensamiento, el rol de la historia en nuestras decisiones y la responsabilidad moral.

Creo firmemente que el gran aporte del Embajador Olivo Rodríguez con la grata experiencia de esta Feria, ha sido compendiar en un mismo espacio la esencia histórica de la República Dominicana, la relevancia de nuestras relaciones con España y la calidad de los intelectuales, escritores y analistas dominicanos. En consecuencia, se ha escrito un nuevo capítulo de las relaciones dominico-españolas, sobre las bases de la amistad que ha unido por siglos a escritores y escritoras, a lectores y lectoras de ambos países. ¡Enhorabuena mi apreciado Olivo!

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