La labor de la mujer rural como factor clave para la seguridad alimentaria
En días recientes conmemoramos el Día de la Mujer Rural, y en República Dominicana esta conmemoración tiene nombre y apellido: Florinda Soriano Muñoz, conocida por todos como Mamá Tingó.
En esta mujer valerosa, a quien admiro, están representados los principios y valores que mejor describen a la mujer dominicana, en especial a las que trabajan la tierra: responsabilidad laboral y familiar, valentía, pero, sobre todo, solidaridad. Sin embargo, la lucha de Mamá Tingó por la dignificación del trabajo campesino, la protección de sus derechos y el fomento al liderazgo de la mujer rural, que ella misma representó, todavía tiene camino por recorrer.
En ese sentido, al encontrarnos hoy enfrentando las consecuencias sanitarias y económicas de una pandemia, y considerando las transformaciones digitales que se presentan como reto para las actividades productivas, es preciso reconocer y fomentar la loable labor de la mujer rural dominicana, esto deberá convertirse en una prioridad del país en la lucha hacia la igualdad de género.
Las mujeres rurales constituyen una cuarta parte de la población mundial, y en países en desarrollo como el nuestro representan casi o incluso más del 50% de la mano de obra agrícola. En el caso de República Dominicana, la mujer rural forma parte fundamental de la dinámica agropecuaria; sin embargo, este nivel de relevancia no va a la par de su desarrollo laboral, siendo todavía el hombre quien lidera el sector en espacios de toma de decisión.
Esta brecha de género para la mujer rural, no sólo impide su crecimiento socioeconómico y el de sus familias, sino también que se traduce en una oportunidad perdida para el desarrollo económico del país. Esto pues, según bien ha destacado la FAO, si las mujeres tuvieran el mismo acceso que los hombres a recursos productivos, se lograría aumentar la productividad de nuestro sector agropecuario, y por supuesto reducir el hambre en el mundo.
En ese tenor, como embajadora plenipotenciaria ante la FAO, pusimos en marcha diversas iniciativas con el objetivo de reducir la brecha de género en el sector agropecuario del país, que se tradujeron en oportunidades para el autosustento y el incentivo socioeconómico de muchos hogares vulnerables del país. En su momento, desarrollamos el proyecto “Huertos Familiares”, para contribuir con la meta de alcanzar la seguridad alimentaria en República Dominicana.
Este proyecto, se implementó en conjunto con las autoridades agropecuarias del país, y permitió la creación de huertos en los patios, jardines y conucos de familias en situación de pobreza y pobreza extrema, poniendo en sus manos, a través de la capacitación, una herramienta para emprender y sustentar la necesidad alimenticia de sus hogares.
Los huertos familiares se desarrollaron bajo tres esquemas de integración social:
- Los huertos comunitarios, donde se crea un área común donde distintas personas de la comunidad trabajaron para desarrollarlo.
- Los huertos familiares, en el jardín o patio de un hogar.
- Los huertos caseros, aquellos que utilizaban materiales reciclables.
Claramente, se trató un proyecto autosostenible.
Este tipo de iniciativas son altamente efectivas en la lucha contra el hambre y la desnutrición, focos de trabajo en nuestra gestión. Sin embargo, el crecimiento económico y social de la mujer rural dominicana amerita de otras medidas multisectorial hacia la igualdad de género. En este camino, el Estado juega un rol importante en la creación de oportunidades y proyectos, pero sin el compromiso del sector privado y de la sociedad civil, esto no será posible.
Es momento de que mujeres como Mamá Tingó tengan más oportunidades, la igualdad de género no puede esperar más. Es una meta que nos compete a todos y que nos beneficia a todos.